lunes, mayo 28, 2007

INTELIGENCIA SEXUAL


INTELIGENCIA SEXUAL

Está claro que la sexualidad, y el sentirse plenamente realizados en este plano, va más allá de unas cuantas técnicas más o menos originales, y de algunos que otros pintorescos ejercicios de aprendizaje para practicarlos en el encuentro íntimo de la pareja.

Por muy raro que parezca asociar la palabra inteligencia a la palabra sexualidad, en este campo también existen los bien dotados o inteligentes, y los torpes o tontos. Hay, en efecto, personas que viven muy en armonía con sus sentimientos y deseos, y otras que no saben qué hacer, que no se manejan bien en el campo de la sexualidad, de la relación de pareja. Estas últimas son las personas torpes o poco inteligentes en el plano de la sexualidad, las cuales muy fácilmente se inhiben, reprimen, o se confunden en el manejo de sentimientos. Estos son los hombres y mujeres que por culpa de su mala formación y educación sexual no saben distinguir si lo que les vincula a la otra persona es un verdadero amor, o una simple necesidad de satisfacer la atracción sexual, llenar algún vacío afectivo que se arrastra desde muy atrás, o incluso, la necesidad de huir de la soledad.

Lo importante para vivir una sexualidad verdaderamente humana, que contribuya al crecimiento personal, es llegar al conocimiento profundo de uno mismo. Ello supone ser capaces de superar mitos, estereotipos culturales, falsas creencias y actitudes que deforman la sexualidad. Supone conocer qué es lo que se esconde en uno mismo cuando nos enfrentamos a nuestros deseos y sentimientos referidos a la sexualidad.

Pistas que ayudan al conocimiento del Yo sexual de cada uno:

1. Cuidado con los estereotipos culturales.

Por eso es importante que los hombres y mujeres de hoy estén dispuestos a liberarse de algunos clichés culturales, que son falsos, que no dicen la verdad acerca de la vida sexual, pero que al ser creídos por mucha gente, hacen daño. Uno de estos clichés es la creencia de que los encuentros sexuales surgen de golpe, como por arte de magia, que son de fácil desarrollo, y que llevan a la felicidad más absoluta. Es lo que presentan ciertas escenas de alguna películas. Además, dan a entender que la convivencia sexual se desarrolla sola, que evoluciona favorablemente, que no cuesta trabajo, y que jamás presenta inconvenientes: se puede hacer el amor numerosas veces al día, con máximo apasionamiento, con resultados insospechados de placer, en los lugares más increíbles (hasta en el ascensor), y así permanecer por los siglos de los siglos.

Al contrario, la teoría de la “Inteligencia sexual” dice que es necesario superar esos clichés para no caer en actitudes ingenuas. Esta teoría enseña que para llegar a la plenitud sexual es necesario primero adquirir una educación y formación sexual que no termina nunca. Es una educación que pasa por la buena instrucción, y por la adquisición de aptitudes, actitudes y conductas, que requieren autodisciplina y esfuerzo. La felicidad sexual no es cuestión de suerte, de belleza, o de sex-appeal. Ella depende de la manera de ser de cada uno, de las aptitudes que se pueden adquirir durante el tiempo, y que se pueden mejorar, educar, controlar, dominar. Es todo un arte, y las artes no se improvisan.
2. Tomar conciencia del Yo sexual íntimo.

Una vez superados o eliminados los mitos y clichés culturales hay que trabajar los personales. Hay que ser honrados con uno mismo. Cada uno de nosotros acarrea luces y sombras, aciertos y desaciertos, que vienen desde nuestros primeros años de vida, y desde nuestras experiencias adolescentes. ¿Cómo fue el aprendizaje que recibí en el terreno sexual? ¿Cómo se hablaba en mi casa acerca del tema? ¿Qué me dijeron o qué callaron mis padres acerca de estos asuntos? ¿Cuáles han sido mis miedos y temores sexuales, mis complejos? ¿Los he superado felizmente; están ahí todavía? ¿Cuáles han sido mis buenas o malas experiencias en todo esto? ¿He sido afortunado/a por la educación que he recibido, por las experiencias vividas, o al contrario, me considero entre los desafortunados? ¿Cuáles son mis traumas, represiones, inhibiciones, vergüenzas? ¿Cómo ocurrió y qué ocurrió la “primera vez”? Etc. etc. etc. Podríamos estar casi “ad infinitum” haciéndonos una y mil preguntas en el campo personal de cada uno, referidas al tema de la sexualidad.

Una persona sexualmente inteligente sabe que lo que atañe a su modo de vivir la sexualidad se ha ido gestando sobre la complicada trama de una red de asociaciones mentales, relacionadas con nuestras vivencias y experiencias. No es fácil distinguir unos sentimientos de otros, y hay que tener claros los criterios básicos que nos llevan a un buen discernimiento en materia de relación de pareja. A adquirir esos criterios ayuda la inteligencia sexual.

3. Relacionarse con los demás.
Es curioso, pero para adquirir una buena habilidad y dominio en el campo de la sexualidad, tanto en lo que se refiere a la relación de pareja como consigo mismo, es necesario abrirse a los demás. La sexualidad es, por definición, una llamada a compartir, a salir de sí mismo, a amar gratuitamente. La sexualidad del individuo replegado sobre sí mismo no pasaría de ser una estéril experiencia masturbatoria infantil, o un egoísmo de a dos, como diría Saint – Exupèry, en el caso de una pareja cerrada sobre sí misma. Sólo se expande, se desenvuelve, y se hace fecunda, la sexualidad de aquellas personas que saben vivir de cara a los demás.

Una pareja no abierta a los demás está condenada a sucumbir en su propia rutina. Tiene, por cierto, que encontrar sus ratos de intimidad y confidencialidad, sus ratos íntimos de vida privada; pero si no encontrara también los ratos de compartir, de abrirse a los demás para de esa manera socializar su amor, esa pareja estaría condenada al fracaso de ese su amor y de su vida sexual. Una sexualidad que se irradia, al igual que el amor, no se puede encerrar en sí misma; por eso los amores absorbentes y posesivos no dan resultado, son asfixiantes, y acaban por ahogar a sus protagonistas, que son a la vez sus víctimas. Son amores que matan.

Una sexualidad inteligente es también una sexualidad oyente, que sabe escuchar al otro; que le sabe escuchar en sus palabras, pero también en sus gestos y en sus silencios. Sabe escuchar al otro, y por eso sabe también hablar al otro, hablarle al corazón: sus protagonistas saben hablar de su propia intimidad, y ello les permite darse a conocer de mejor manera, en sus anhelos, temores, deseos, y expectativas hacia el otro. Esa idea de que nuestros problemas sexuales son indecibles o impronunciables forma también parte de los mitos que hay que combatir. Cierto: hay que saber discernir para tener claro que esos problemas son muy íntimos, de cada uno, y que por lo tanto no se pueden decir a cualquier persona y en cualquier momento. Pero es conveniente hablar de ellos a la persona adecuada y en el momento adecuado. Esa es una comunicación liberadora. ¿Es siempre la propia pareja la persona adecuada para estas confidencias? Sería lo ideal, pero por desgracia, muchas veces no es así. He ahí el discernimiento necesario de cada uno para poder saberlo.



Como siempre dejo abierto el debate con estas pistas y mi opinión acerca del tema, solo decir que para este articulo me base en una adaptación sobre una publicación francesa, realizada por José Luis Ysern de Arce (Universidad del Bio-Bio. Chillán- CHILE.) Fue lo que me dio pie para ahondar sobre este tema, espero que sea interesante y suscite polémica, que es en fin mi objetivo, abrir nuevos capítulos con ella.
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